jueves, 9 de julio de 2009

Aún queda esperanza


Abundan por estos tiempos infinitas profecías que salen a la luz, predicciones que nos avisan el fin del mundo, desastres naturales, enfermedades, destrucción y así otras muchas cosas que nos aterroriza escuchar. Nos morimos de miedo ante esas palabras, nos sentimos perdidos ante el fin inminente, pensamos que no tenemos nada que hacer ante algo así, que no esta en nuestras manos y que solo queda esperar pasivamente a ver si es cierto o no.

La pregunta es por qué nos empeñamos en depender de estas cosas, depender de que alguien decida sacar a la luz estos escritos milenarios, o incluso inventar nuevos designios para causar un poco de revuelo. En realidad basta con mirar a nuestro alrededor para notar que el fin del mundo lo vivimos día a día y que nosotros mismos lo creamos, entonces ¿cómo no va a estar en nuestras manos detenerlo?

Estamos viviendo tiempos que corren desenfrenados, tiempos en que no tenemos espacios para nada, nos hemos encargado de automatizarlo todo para demorarnos menos, y ¿ para qué?, si junto con eso también hemos ido quitando tiempo de vida a nosotros y al planeta.

Estamos llenos de desastres naturales que vienen a dar cuenta de donde reside la verdadera fuerza de este lugar, estamos llenos de odio, de dolor, de decepción, ya casi no dejamos un espacio a aquellos sentimientos hermosos que algún día deben haber predominado. Nos hemos vuelto tan terrenales, nos hemos olvidado tanto de nuestra esencia que ahora, incluso ante este daño inminente en la naturaleza del planeta y en la nuestra, no somos capaces de ver la realidad y de reaccionar porque creemos que está todo perdido, por culpa de la desesperanza que nos consume.

Dejemos de lado estas tendencias que no nos dejan escapar porque debemos ser parte de la masa, si empezamos a salir de a poco de esas redes, lograremos rescatar lo más esencial lograremos volver a una era espiritual que es lo que nos hace falta, y es probablemente un retroceso al inicio de todo.

¿Retroceso? No, esto es exactamente lo contrario, y es que nos hace falta comprender que evolucionar no es desarrollar más máquinas o tecnologizarlo todo, evolucionar va más allá, necesitamos un crecimiento espiritual urgente para salvar esta situación de desastre inminente, todo parte de ese punto clave que por supuesto muchos no quieren asumir. ¿Porqué tenemos tanto miedo de volver a despertar esas facultades espirituales que llevamos todos dentro, pero que se han dormido para huir de la oscuridad que nos rodea?, es cosa de mirar dentro de cada uno de nosotros y mostrar al mundo lo mejor que tenemos en vez de lo peor, es cosa de responder con amor ante las adversidades, de buscar refugio en la energía hermosa que mueve todo en este universo y que nos da vida. Es cosa de entender que esta energía está aquí para todos los seres, no solo para los humanos; no es tan complejo cambiar el odio por el amor, y por añadidura, cambiar la destrucción por la creación de hermosas redes, no económicas, no políticas, si no redes de amor…redes de cosas que no son tangibles pero que son las más fuertes que existen.

Aun estamos a tiempo de darnos una oportunidad, a nosotros y al planeta, el cambio no tiene por qué iniciarse siendo generalizado, basta con que cada uno esté dispuesto a sumergirse dentro de su propia alma, encontrar su esencia espiritual, sacarla a flote sin miedo y ponerla a disposición del mundo.

Una vez leí en un libro que cuando las cosas no pueden estar peor es porque pronto van a mejorar; bueno, creo que en estos momentos tal vez ya llegamos al punto en donde las cosas no pueden estar peor…y también creo que aún nos queda la esperanza de hacerlas mejorar, si nos damos la oportunidad y vencemos los miedos que nos impiden retomar lo esencial sin miedo a perder las superficialidades terrenales, que solo nos destruyen cada día más.

El tiempo apremia…reaccionemos ya!, aún queda esperanza.

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